Ser o no ser

21.10.2021

En el microverso que nos rodea, se libra una guerra perpetua entre los verdaderos gobernantes de este planeta... los microorganismos. Protistas, cromistas, bacterias, arqueas y hongos compiten por los recursos y el espacio. Están en todas partes y a nuestro alrededor e incluso dentro de nosotros y tienen un gran papel en la regulación de los ecosistemas de la Tierra. Aunque en esa lucha también encontramos al rey (porque tienen la corona guiño guiño) de todos los micro¿organismos?: Los virus. A lo largo de la última década, los estudios ambientales arrojaron una conclusión totalmente inesperada: los virus son las entidades biológicas más abundantes de la Tierra.

Bueno pero ¿Qué son exactamente los virus? ¿Son bichitos microscópicos? Se transmiten y se reproducen, ¿deben estar vivas no? ¿evolucionan? Bueno, demasiadas preguntas que son muy difíciles de responder hasta hoy en día.

Estas partículas son bastante más pequeñas que las células de nuestro cuerpo o incluso las bacterias, no son más que un envoltorio, un trocito de material genético y otras cuantas proteínas, algo así como un chupetín con chicle microscópico. Y aunque los virus son muy diversos, todos comparten algunas características básicas: poseen algún tipo de material genético -ya sea ARN o ADN- protegido por una cubierta proteica llamada cápside. Estas entidades son capaces de replicarse sólo dentro de una célula huésped y deben tener un diámetro inferior a 200 nm (1 nanómetro es la millonésima parte de un milímetro). Los virus son tan simples que no estamos del todo seguros de si deben contarse como seres vivos o no. La respuesta depende, en parte, de las condiciones que tomemos para que un organismo esté vivo. Ellos cumplen algunos de los criterios básicos para ser considerados seres vivos como reproducirse y evolucionar, pero no cumplen otros, ya que no pueden llevar a cabo procesos metabólicos independientemente del huésped, y no se conoce ningún virus que contenga ribosomas, por lo tanto no tienen los medios para producir proteínas por sí mismos. Esto no sólo los convierte en parásitos intracelulares obligados, sino que también oscurece su condición de seres vivos. Tampoco tienen medios para moverse de forma independiente, pues una partícula viral o virión parece estar bastante a la deriva dependiendo de lo que pase ahí afuera.

Sin metabolismo, sin forma de impulsarse, sin voluntad ni ambición parece que solo flotan sin rumbo y esperan tropezar con una víctima desprevenida a la que infectar y tomar el control sobre ella. Las células cometen la imprudencia de pensar que esa partícula es inofensiva, alcanza con que cualquiera de las partículas a las que no se le presta atención sea una especialmente diseñada para que el infierno se desate en su interior.

Aunque no estén vivos, son los seres más diminutos, más abundantes y más mortíferos de la Tierra, matando a millones cada día. Pero tenemos suerte, si bien cometen un genocidio antes de que podamos siquiera desayunar, los virus, en su mayoría, solo matan a bacterias. Aproximadamente 20% de todas las bacterias en los océanos son asesinadas a sangre fría por los virus cada día. Por eso no debemos tomarnos tan a pecho cuando somos atacados por alguna partícula viral, asumimos que los microbios evolucionaron para atacar a los humanos cuando en realidad sólo somos víctimas civiles en una guerra mucho más antigua, ¿alguien por favor quiere pensar en las bacterias?

Todo aquel que haya visto la película La Guerra de los Mundos con Tom Cruise o leído el libro de H.G. Wells (1898), sabe que esta historia no termina con una victoria heroica por parte de la humanidad, sino con una victoria accidental. Wells insinuaba sin querer una verdad que olvidamos a veces: estos organismos pueden llegar a ser letales por accidente. En la novela, los microorganismos no evolucionaron para paralizar a los alienígenas, evolucionaron para atacar a los humanos y otros animales. Los invasores entraron inesperadamente en el fuego cruzado y sucumbieron y lo mismo puede ocurrirnos a nosotros. La microbiota se ha enfrentado entre sí durante miles de millones de años antes de que nosotros llegáramos. Obviamente al entrar en el fuego cruzado de esta antigua guerra, corremos el riesgo de convertirnos en daños colaterales.

Fuera de las características básicas de un virus que nombramos, hay muchas cosas que no sabemos sobre ellos pero hay muchas más que no sabemos que desconocemos. Y cada vez que nos ponemos a estudiarlos un poco, los virus se vuelven aún más extraños. Estos vienen en formas y tamaños muy variados, pero fuera de eso hay algunos que se pasan de vivos (guiño, guiño) y terminan en algunas cosas re locas.

Hace relativamente poco, los científicos encontraron un tipo de virus completamente nuevo. Se trata de un virus gigante, apodado "girus". No sólo rompió todo tipo de récords, sino que puso en duda muchas suposiciones que teníamos sobre su naturaleza. Tienen un aspecto curioso, con un tamaño sin precedentes, ya que son del tamaño de pequeñas bacterias o células de arqueas y, a diferencia de cualquier otro virus identificado anteriormente, podían verse con un microscopio de luz, lo que explica que se hayan ocultado a la vista durante siglos: los científicos los vieron con sus microscopios y pensaron que tenían que ser bacterias. Inicialmente se los confundió y no se los reconoció como virus hasta diez años después de su aislamiento. Hasta hoy, la mayoría de sus proteínas siguen sin ser caracterizadas. Los girus vienen incluso con sus propios parásitos, los virófagos, es decir, virus que cazan otros virus, lo que aparentemente no tiene ningún sentido, sería algo así como un canibalismo de virus.

Pero lo que hace especiales a los girus no es su modus operandi, ni siquiera su tamaño. Es que son mucho más complejos de lo que se creía posible para un virus. Generalmente pensamos en la vida como un sistema complejo, por lo que por debajo de cierto nivel de complejidad, algo puede estar más cerca de la materia muerta que de un organismo vivo. Estos virus pueden tener cientos o incluso miles de misteriosos y únicos genes, algunos distintivos de los seres vivos, lo que difumina aún más la línea entre lo vivo y lo muerto. Y no sólo los números son especiales, sino también las funciones de estos genes, las cuales implican la traducción de proteínas y su plegamiento, la reparación del ADN, genes que regulan la ingesta de nutrientes, la producción de energía, la captación de luz, la replicación e incluso el metabolismo del nitrógeno.

Algunos estudios recientes han sugerido incluso que algunas girus con genomas muy complejos pueden ser capaces de mantener un nivel básico de metabolismo por sí mismas, lo que, de ser cierto, sacudirá aún más lo que pensábamos de los virus.

Por nombrar otros ejemplos, hay otros virus que invaden células muertas y las reaniman, así estas las pueden alojar. Esto ocurre en una cianobacteria la cuál contiene una enzima que funciona como centro fotosintético, pero puede ser destruida por un exceso de luz. Cuando esto ocurre, la célula, es incapaz de realizar la fotosíntesis y muere. Pero los virus llamados cianófagos codifican su propia versión de la enzima fotosintética bacteriana, y la versión viral es mucho más resistente a la radiación UV. Si estos virus infectan una célula recién muerta, la enzima de fotosíntesis viral puede sustituir a la del huésped y revivirla.

También existen virus de bacterias que no contienen la base nitrogenada A (adenina) en su alfabeto genético, sino que la han sustituido totalmente por otra letra que llamamos Z. La sustitución no implica un cambio irrelevante, sino que la unión de la Z (2-aminoadenina) con la T (Timina) es mucho más fuerte, por lo tanto, el ADN de estos virus tiene otras propiedades interesantes: es más termoestable, más rígido y sobre todo es mucho más resistente a las defensas bacterianas. Esta es la razón evolutiva que reside en la base de este cambio, son virus que han buscado otras estrategias para escapar de las defensas de las bacterias. Han cambiado las "letras" de su ADN para que las enzimas de las bacterias, que actuarían como "tijeras" moleculares y las eliminarían, no puedan cortar su ADN porque no lo pueden reconocer, les es ajeno. El código genético universal, tan universal no es, rompiendo así otro paradigma.

Entonces ¿De dónde habrán salido los virus que tan poco les gusta seguir nuestra forma de clasificarlos? Su origen es un misterio, porque ¿Cómo puede surgir algo que necesita víctimas para hacer más copias de sí mismo? La opinión actual es que los virus descienden de múltiples ancestros en lugar de uno solo, aunque aún no se ha llegado a un consenso sobre el origen de los virus, ya que es extremadamente difícil precisarlo. Los virus pueden haber sido pasos esenciales en la aparición de la vida, o tal vez empezaron como ADN que escapó de células y este se volvió realmente bueno haciendo copias de sí mismo ¿Tal vez sean los descendientes de parásitos verdaderamente perezosos que dejaron que otros hicieran todo el trabajo por ellos?

La mirada actual nos indica que no son más que información que puede permanecer como libros en nuestra biblioteca genética hasta que alguien los lea, revise lo que significan y vuelva a dar vida a la información que ofrecen, en una nueva forma. Al igual que esos libros, los virus no son más que trozos de datos que nuestro cuerpo interpreta y comparte con otros durante todos los días de nuestra vida, para bien o para mal.

La biología es la ciencia de las excepciones y basta que aseguremos con contundencia un hecho para que haya algún organismo que justamente haga las cosas de forma diferente. Estos trozos de información por algo son los seres más exitosos de este planeta y quizá no debemos verlos sólo como parásitos, sino como algo que viene sacudiendo a la mismísima evolución en diferentes direcciones al mezclar genes e ideas en todas las direcciones.

- Joaquin Ortiz

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