Recuerdos que matan

09.09.2021

Papúa Nueva Guinea es el país con menor esperanza de vida del mundo y ocupa la mitad oriental de la isla de Nueva Guinea junto a un grupo de pequeñas islas ubicadas en el Océano Pacífico, muy cerca de Australia. Este país, relativamente nuevo, es muy rico a nivel cultural, pues se estima que existen alrededor de mil culturas originarias de las islas que aún se mantienen en nuestros días. A mediados de la década del 50, los australianos (que en ese momento ocupaban la isla) habían reportado que los Fore, una de esas tantas tribus, presentaban una enfermedad hasta entonces desconocida, que se caracteriza por causar temblores corporales a las personas afectadas. Los locales la llamaban kuria, palabra que significa vibrar o temblar, y de la cual proviene el nombre con el que conocemos esa enfermedad hoy en día: "kuru". También se la conoce como enfermedad de la risa, porque las personas afectadas tenían de vez en cuando la llamada risus sardonicus, o sea, brotes patológicos de carcajadas. Aunque pueda parecer algo tétrico, la gente literalmente moría de la risa.

El kuru es una enfermedad neurodegenerativa incurable que tiene una vía de transmisión muy particular: el canibalismo. Esta tribu realizaba rituales en donde, para venerar a sus difuntos, las mujeres y los niños se comían al cadáver, por lo tanto eran los principales afectados. Es decir, que para enfermarte de kuru te tenés que haber comido el cerebro de una persona infectada de kuru, una mala para Hannibal Lecter.

Una de laspersonas que más se enfocó en estudiar esta enfermedad y a los Fore fue Daniel Carleton Gajdusek, un médico americano que se trasladó a Nueva Guinea a vivir con los Fore. No era algo fácil puesto que vivían en zonas remotas, sobrevivían quemando trozos de selva y realizando plantaciones itinerantes. Además de esto, existía un alto nivel de violencia entre sus poblaciones, lo que complicaba aún más la investigación.

La fase clínica,donde se observan síntomas en las personas infectadas, dura en torno a un año y siempre presagia una muerte inminente. En algunos poblados no quedaban casi mujeres jóvenes, todas ellas muertas por esta misteriosa enfermedad. Gajdusek pudo hacer la autopsia de personas que habían muerto de kuru encontrando que el tejido cerebral estaba gravemente alterado, cubierto y relleno de pequeños huecos que asemejan a una esponja, por lo que se denominó enfermedad espongiforme. Al principio se pensó que no era una enfermedad infecciosa puesto que no se veía inflamación ni fiebre, los dos síntomas clásicos de las infecciones. Muchos investigadores pensaban, al contrario, que era un problema hereditario o que estaba causado por una deficiencia en la alimentación. Para comprobar esto, Gajdusek inyectó una muestra de la enfermedad de un cerebro de los Fore en el cerebro de dos chimpancés. Por suerte tuvo la paciencia de esperar por resultados, ya que dos años más tarde uno de los chimpancés, Daisy, mostraba todos los síntomas de estar enferma de kuru. Por lo tanto, el kuru era una enfermedad infecciosa que incluso podía desarrollarse saltando a distintas especies. Gracias a estas nuevas características, la enfermedad fue renombrada como encefalopatía espongiforme transmisible.

Sin embargo, Gajdusek no conseguía identificar el agente infeccioso. No era una bacteria, ya que no respondía a ningún antibiótico conocido ni se podía cultivar y era mucho más pequeño, ya que no se veía al microscopio. La opción más lógica era un virus, pero tampoco parecía encajar en ninguno de los dos grandes grupos de virus conocidos: de ADN y de ARN. El período de infección era enormemente largo, hasta de años, por lo que en un principio se les llamó "virus lentos". Además, en un giro del destino particularmente molesto, lo que causaba la infección era casi impermeable a la destrucción, incluso cuando se le ataca utilizando una combinación extenuante de desinfectantes, calor, presión (que suelen destruir a proteínas) o resistiendo a la radiación ultravioleta o la radiación ionizante, lo que llevó a una sorpresa en la comunidad científica ya que debido esto, aunque sonara improbable, el agente infeccioso podría no contener ácidos nucleicos, ni ADN ni ARN, hasta entonces todos los patógenos conocidos contenían ácidos nucleicos. Por si fuera poco, el sistema inmune no podía hacer nada para eliminarlo, porque no inducía la generación de anticuerpos. Si no fuera nada que tuviera ADN ni ARN, ¿entonces qué? ¿Qué puede causar tal destrucción?

Probablemente era sólo cuestión de tiempo hasta que alguien conectara los puntos: tuvieron que pasar varios años hasta que el científico, Stanley B. Prusiner, postule y finalmente demuestre que el misterioso agente infeccioso era una proteína. De las palabras "proteína infecciosa" acuñó el término prión y por esto se le galardonócon el premio Nobel de Medicina en 1997. Este agente contagioso era una proteína mutada que no solo era difícil de destruir sino que encontró la forma de autoreplicarse en ausencia de material genético, pues es capaz inducir a otras proteínas "sanas" al chocar con ellas, provocando un plegamiento incorrecto y convirtiéndolas en priones. Estas proteínas mal plegadas recién formadas, a su vez, actúan como plantillas adicionales para la conversión de más proteínas normales, lo que conduce a una acumulación exponencial de priones en el tejido del SNC causando el enredo de las fibras neuronales, creando un efecto dominó implacable y letal. Así, como un zombi come cerebros, ahora también puede crear más priones. Sin embargo, esta propagación no es rápida, sino que su período de incubación tarda décadas, pero una vez que aparecen los síntomas, provocan un cierre relativamente rápido de todo el sistema evidenciando el terrible destino que les aguarda, nada se puede hacer, su final ya está escrito. En su momento, el escepticismo y el rechazo se apoderó de los infectólogos, nada pertenecía a la infectología tradicional, absolutamente nada de esta proteína tenía sentido.

Por otra parte, gracias a este descubrimiento, se pudo dar una explicación a muchas enfermedades que eran padecidas tanto por humanos como animales, y que tenían la misma consecuencia fatal: el cerebro afectado completamente agujereado. Una de las más conocidas por agrónomos es el scrapieo tembladera que afecta a ovejas y que les causa un terrible temblor que conduce a una muerte segura. Tampoco podemos dejar afuera a la conocida enfermedad de las vacas locas que provoca que estos bóvidos tengan comportamientos de lo más extraños como movimientos erráticos, agresividad o una necesidad incontrolable de lamer todo. Todas las enfermedades priónicas coinciden en que son universalmente temidas porque son uniformemente letales. No es una forma agradable de morir, y es seguro que te va a matar. Evitar este horrible, aunque improbable destino es algo sobre lo que, por desgracia, se tiene poco control.

Los priones continúan intrigando a los científicos por todas las inusuales propiedades que lo hacen indestructibles y altamente contagiosos. Pero se hicieron avances hasta el dia de la fecha: Sabemos que una proteína celular normal, llamada PrP (partícula infecciosa proteica) que se encuentra en todas las neuronas de mamíferos, su estado sano es trivial y su ausencia poco catastrófica, aunque cuando ocurre un desafortunado accidente de la naturaleza y esta proteína se rompe, provoca una cantidad extraordinaria de problemas. Además, por razones que se desconocen, es omnipresente en la naturaleza y se encuentra muy bien conservada entre las especies, lo que le proporciona un pasaporte para las travesuras entre especies con puntos añadidos en letalidad.

Bueno ya sabemos que son extremadamente molestas, pero ¿para qué sirven en un principio? ¿Por qué la evolución favorecería algo así? ¿Acaso todo esto tiene algún sentido?

Todavía no hay una explicación universalmente aceptada de este rompecabezas, su función no está clara y un halo de misterio rodea todo el tema. Aunque su función más interesante deriva de su actuar como mediadora en delicados procesos de nuestra memoria, y tiene la tarea de narrar nuestra fantástica historia. La memoria tiene la increíble capacidad de persistir a lo largo del tiempo, y la formación de la memoria a largo plazo implica que esta debe autoperpetuarse indefinidamente en la sinapsis pese a la permanente degradación y renovación de las proteínas. Esta idea suena a prión y efectivamente descubrimos que el paso de una proteína a la forma activa de prión (molecularmente igual pero con un plegamiento diferente) está regulada por la serotonina, un neurotransmisor necesario para convertir la memoria de corto plazo en memoria de largo plazo. Gracias a un prión recordamos los bellos días de nuestra infancia, con colores, sonido y olores ¿Qué más podríamos pedir de esta familia de priones delincuentes, que también tienen su oveja blanca y sin scrapie?

De una manera casi poética descubrimos que al comer un cerebro priónico nos matan los recuerdos de aquellas personas muertas ¿Qué procesos nuevos y sorprendentes se ocultan en los rincones inexplorados de la vida? Terminamos mudos... Sin lugar a duda, podemos decir que los priones son para siempre. Estas proteínas más badass y letales se ganaron el honor de estar en el Salón de la Fama de los Difíciles de Matar: El Bruce Willis de las proteínas.

                                                                                                       -Joaquín Ortiz & Mauricio Landi


Bibliografía:

    • Robertson, S. B. (2021, 15 abril). What is a Prion? News-Medical.Net. https://www.news-medical.net/health/What-is-a-Prion.aspx

    • Frazer, J. (2018a, abril 9). Prions Are Forever. Scientific American Blog Network. https://blogs.scientificamerican.com/artful-amoeba/prions-are-forever/

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