No aprietes el botón

20.05.2021

Pónganse cómodos, espero a que se preparen un té o café, que hoy les voy a contar bajo la lámpara de la ciencia, algo un tanto inquietante que puede tomar la forma de una cosita hiperactiva que nos cuesta definir y anda dando vueltas frenéticas por todos lados. O que inclusive podría ser un monstruo grande que nos mira a muchos directo a los ojos. Aunque también puede ser esa presión en el pecho que no da más, que busca salir y produce que quiera arrancarme de mi misma, sí, así de dramático, denme ya el papel. Este algo, más allá de las interpretaciones poético-teatrales, es lamentablemente la compañera de un montón de nosotros, y causa bastantes estragos: he aquí a la ansiedad. Término usado y desdoblado, minimizado y desvalorizado.

Primero que nada, definamos al pequeño gran demonio: es una emoción, un aspecto normal de nuestro estado emocional. Su función es aumentar nuestra reacción ante situaciones peligrosas, "prediciéndolas" para así evitarlas. Todo esto viene acompañado por consecuentes cambios somáticos (corporales) y psíquicos.

Lejos de ser en realidad algo tan problemático, la podemos ver (cuando no se pasa de mambo) como una respuesta adaptativa esencial, (parte de un repertorio de adaptaciones adquiridas durante nuestra historia evolutiva como especie) que se asoma en situaciones alarmantes, dudosas, confusas, de amenaza, o con resultados inciertos o de peligro. Si lo miramos así, a nuestros antepasados les resultó muy útil ser capaces de estar atentos y predecir que podían ser comidos por un gatito muy muy grande y con colmillos, o ser pisados por un mamut, para así tomarse el palo, sobrevivir y poder seguir viviendo futuros escenarios hostiles. Podemos pensar entonces que la ansiedad es una estrategia de evitación de peligro, para proteger al individuo de los gigantes que quizás solo sean inofensivos molinos de viento, pero no lo sabemos. Esta reacción nos da la posibilidad de vivir para contarlo, aunque sea un día más.

Ahora que ya no vivimos en la jungla de verdad, sino en una de cemento, cuando la ansiedarks es persistente, recurrente, golpea todos los días a tu puerta entrando de una patada, pasándose de rosca, y se genera lo que conocemos como Trastornos de Ansiedad, patologías representadas por un enorme espectro, (tenemos dentro de este, por ejemplo, al trastorno obsesivo-compulsivo, la fobia específica, el trastorno de pánico, el trastorno de estrés postraumático, etc.), que en uno de los peores casos, se convierte en ansiedad crónica o trastorno de ansiedad generalizada, GAD para los amigos (más bien rehenes). De esta forma la ansiedad, que en principio era de ayuda, acaba convirtiéndose en un estado desadaptativo.

Básicamente creemos que tenemos un giratiempos, o una máquina del tiempo para viajar un ratito al futuro, y terminamos hechos bolsa cuando volvemos. Es una constante anticipación al peligro, a ser dañados de una u otra forma (acá es cuando pregunto: who hurt you?) al cambio, al no cambio, al rechazo, al dolor. Muchas veces, esta anticipación, pasa sin que nos demos cuenta, o sin que lo pensemos mucho por asociaciones de experiencias anteriores (spoiler alert: sí, estoy hablando de traumas).

Los trastornos de ansiedad son como tener al enemigo puertas adentro. A veces hay un estímulo disparador, otras, la tolerancia a enfrentar la realidad con sus respectivas dificultades es prácticamente nula (siendo todo alarmante), esquivando así las múltiples situaciones que puedan hacer que los síntomas aparezcan. Se abre así una caja de Pandora que trae los demonios de la inquietud, desasosiego, irritabilidad, aturdimiento, impaciencia, insomnio, desconcentración, labilidad emocional, desesperanza, entre otros. Nos ponemos una super armadura o evitamos miles de actividades, y es así como termina viéndose afectada nuestra capacidad de adaptación a la realidad y sus cambios de paradigmas. Estos trastornos tienen en común la incapacidad de controlar los pensamientos (muchas veces intrusivos) y nuestras demás emociones. Es la sensación inquietante de que en cualquier momento, podés ser pisado por un mamut, atacado por gigantes, o cual sea el miedo que manejemos.

Pero, ¿Qué pasa allá arriba?
La neurociencia nos presenta algunas estructuras en nuestro cerebro que son cruciales para explicar un poco qué rayos sucede en nuestra maraña de neuronas. Los personajes son: la amígdala basolateral (BLA), el córtex prefrontal medial (mPFC), el locus coeruleus (LC), y el núcleo accumbens (NAc).

Para no perdernos entre siglas, vamos a darle el reflector a una sola protagonista: esa cosa de nombre raro, la amígdala basolateral, una parte muy primitiva de nuestro cerebro que, entre otras cosas, posee circuitos neuronales (redes) que trabajan en el procesamiento de la valencia emocional, es decir, cuando una emoción es percibida como positiva o negativa y por tanto, guía el comportamiento. La ansiedad aumenta las interpretaciones o valencias negativas.

Cabe destacar, que además de esto, existe un mecanismo sináptico para el aprendizaje de las asociaciones de valencia, lo que determina en nuestras neuronas cambios perpetuables en sus conexiones, dependiendo de si vivimos emociones negativas (como el miedo, en este caso), o positivas. Es decir que si valoramos todo como una amenaza, así lo aprenderemos, y boom: ansiedad.

Esta emoción desenfrenada, nos dificulta bastante realizar el deporte extremo de ser humano. Aunque no todo está perdido, la psicoterapia, junto con la medicación justa, de ser necesaria, llegan al rescate y ya han salvado muchas vidas.

Sin embargo, tenemos que tener muy en cuenta que para llegar a soluciones, debemos abordar el problema desde la comprensión, adjudicando el peso que tiene, y resignificando la importancia de la salud mental, así vamos a poder permitirnos crear tratamientos más específicos, porque no hace falta pasarla mal todo el tiempo, y a veces, eso se nos olvida.

Atte., una persona con GAD

-Camila Bagliani


Bibliografía:


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      • https://medlineplus.gov/spanish/anxiety.html
      • https://www.significados.com/ansiedad/
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