Me acuervo de ti

18.03.2021

Desde tiempos inmemorables se ha supuesto que los animales carecían de una vida interior, que los animales comen sin placer, lloran sin dolor, crecen sin saberlo; no desean nada, no temen nada, no saben nada. Eso era moneda corriente. Pero no todos estaban de acuerdo.

Darwin argumentaba que los humanos no solo compartimos rasgos físicos con otras criaturas, sino también compartimos aquellos rasgos que son mentales. La capacidad de pensar y sentir es una adaptación más a las incertidumbres y peligros de la vida y, dado nuestro parentesco evolutivo con todos los demás seres vivos, no tenía sentido que fuera exclusivos de nosotros.

Por lo tanto, lo más probable es que ellos no tengan forma de comunicar su vida en términos que podamos entender. Nos resulta difícil abrir una ventana a sus mentes. Según Ludwig Wittgenstein: "Si un león pudiera hablar, no lo entenderíamos". Pero tampoco son del todo incomprensibles. Probablemente, Wittgenstein nunca vio jugar a una pareja de cachorros de león.

Hoy día está clarísimo que los animales tienen pensamientos, sentimientos y personalidad. Es el mismo sentido común el que nos dice que otros tantos animales experimentan emociones. ¿Estamos siendo antropomórficos? Como cuando otorgamos cualidades a personajes imaginarios parlantes como en Las Crónicas de Narnia ¿o podemos saberlo con certeza? No hay reglas generales que nos digan que cuando un animal presenta un comportamiento específico estamos ante un determinado sentimiento.

Corría julio del 2012 cuando un grupo de neurocientíficos, en presencia de una eminencia como Stephen Hawkins, firmaron la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia con el anuncio de que ¨El peso de las pruebas indica que los humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos que generan la conciencia. Los animales no humanos, incluidos todos los mamíferos y las aves, y muchas otras criaturas, como los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos¨. ¿Por qué hemos tardado tanto en aceptar la conciencia animal?

De por sí, la inteligencia es un tema turbio para estudiar. En primer lugar, ¿qué es exactamente? ¿Y por qué ha evolucionado?Y si el cerebro es el órgano que organiza directamente el comportamiento, ¿cómo es que la enorme diversidad del tamaño del cerebro influye en la complejidad y flexibilidad del comportamiento? Y ni hablar de la conciencia o la vida emocional.

La dificultad para responder a esta última pregunta aparentemente sencilla subraya lo difícil que ha sido cuantificar las dos variables implicadas: el comportamiento y su flexibilidad (¿Qué debemos medir y cómo lo hacemos? ¿El tamaño del repertorio? ¿Flexibilidad? ¿Complejidad? ¿Velocidad de aprendizaje? ¿Capacidad de memoria? ¿Autocontrol?) y la diversidad cerebral (¿es la variable relevante el tamaño cerebral? ¿Debe ser medido bidimensional, es decir, la superficie, o tridimensionalmente, es decir, el volumen? ¿Número de neuronas? ¿Sinapsis? ¿Células gliales? ¿Fibras?). A pesar de que esta cantidad de preguntas es un hermoso desastre, son necesarias para indicarnos nuestros escasos conocimientos sobre el cerebro y su funcionamiento.

Y, aunque definir la conciencia es extremadamente difícil, no sopesamos las pruebas y concluimos, en conjunto, que nuestros amigos y seres queridos son probablemente criaturas conscientes como nosotros. Simplemente los vemos así y los tratamos en consecuencia. La duda no juega ningún papel en nuestra actitud hacia ellos. ¿Por qué con ellos sí y con el resto de seres no podemos simplemente presuponerlo? ¿Qué significaría tratar a todos los animales como si tuvieran alguna forma de conciencia e individualidad? ¿Qué sería reconocer que otra especie siente igual que nosotros? Este es el tipo de ecuación ética que la gente debe resolver por sí misma.

El estudio de la inteligencia se ha centrado, tradicionalmente, en nuestros parientes más cercanos, como los primates , y en otros pocos mamíferos sociales de gran cerebro, como los elefantes y los cetáceos. Dejando afuera a infinidad de posibles candidatos extremadamente calificados.

Por ejemplo, en los primates inteligentes se encuentra una estructura particular en sus cerebros llamada neocortex. Se creía que esto ayudaba a la cognición avanzada. Los cuervos, en particular, no tienen esta estructura, únicamente poseen un gran palio (capas de materia gris y blanca presentes en los vertebrados) y han desarrollado una alta densidad de neuronas que les permiten una destreza mental similar, cuantas más neuronas componen un circuito, más posibilidades admite el mismo, al igual que la duplicación de un genoma entero abre nuevos espacios de complejidad en la vida.

Por ende, el tipo específico de cerebro que tienen no importa realmente: los córvidos y los primates comparten algunas de las mismas capacidades básicas en cuanto a la resolución de problemas y la plasticidad, es decir, la capacidad de adaptarse y cambiar ante nueva información y experiencias. Se trata de un ejemplo de evolución convergente, en el que historias evolutivas completamente diferentes han conducido a la misma característica o comportamiento.

Además, el impacto de los desafíos ecológicos del desarrollo cognitivo de las especies ha sido, al menos en el campo de la cognición, gravemente subestimado y ahora se sabe que la socialización puede influir en el rendimiento de las pruebas.

Muchas de las características que se consideraban importantes para la conciencia superior, como el tamaño del cerebro y el sentido de la individualidad, ya no son características únicas y parecen estar ampliamente extendidas en el reino animal, o ya no las consideramos vitales. La conciencia es necesaria para ser un individuo, para tener pensamientos y sentimientos únicos arraigados en la propia experiencia de la vida, y el reino animal rebosa de ella.

Entonces, el ciudadano promedio puede especular sin temor a equivocarse: la conciencia animal es una suposición razonable por defecto, al menos para los vertebrados (evitemos hablar de otros animales que son más inescrutables y difíciles de estudiar), y no sólo en un tenue sentido de la palabra, sino poseyendo formas de autoconciencia, empatía, emoción, memoria y una representación interna de la realidad. Veamos el caso de nuestros amigos emplumados, los cuervos, y no son precisamente los de san lorenzo.

A pesar de que Edgar Allan Poe no lo mencionó en sus poemas, ciertas especies de cuervos fabrican anzuelos con palos que utilizan para "pescar" larvas, también saben cómo recuperar comida fuera de su alcance que flota en un tubo lleno de agua. Además ya está confirmado que pueden reconocer tu cara, recordar lo que hiciste y contárselo a otros cuervos.

Los córvidos son bien conocidos por su capacidad de utilizar, fabricar e innovar herramientas, que pueden considerarse capacidades cognitivas avanzadas en el ámbito físico, y que hacen uso del razonamiento causal, la flexibilidad y la imaginación como algunas de sus talentos sacados directamente de su caja de herramientas cognitivas. Poseen la capacidad de planificar el futuro, utilizar engaño táctico y resolver problemas con perspicacia. Por si eso fuera poco, también muestran capacidades sociocognitivas notables y complejas, como formar alianzas, la consideración de las perspectivas visuales de los demás, la dirección de la atención de los congéneres a los referentes externos y un cierto nivel de autoconciencia que sería muy ventajoso, y quizás incluso necesario, en grupos sociales complejos, ya que, si vas a vivir con otros, es muy útil ser consciente de ellos.

Los cuervos subadultos ya presentaban habilidades cognitivas completas a la edad de cuatro meses. El rendimiento cognitivo de estos parece muy similar al de los simios adultos en tareas de cognición física (cantidades y causalidad) y de cognición social (aprendizaje social, comunicación y teoría de la mente).

Para darles un ejemplo más concreto, cierto grupo de investigadores en una ciudad de Japón (1995) notaron que los cuervos prefieren el nogal japonés, pero estos son demasiado duros para que los cuervos las rompan con el pico. Los cuervos las dejan caer en vuelo o las llevan a la parte superior de los edificios colindantes y luego las lanzan por el borde sobre el asfalto. Sin embargo, todo este vuelo hacia arriba y hacia abajo es agotador, y a veces hay que dejar caer las nueces varias veces antes de que se partan.

Así que, en algún momento, estos cuervos tuvieron una idea mejor. Dejaban caer las nueces entre las ruedas de los autos que circulaban lentamente, y recogían el botín cuando el vehículo había pasado. En cualquier lugar de la ciudad se encuentran estacionamientos llenos de cáscaras de nuez vacías. Luego, observaron cómo los cuervos esperaban cerca de un semáforo, esperaban a que se pusiera en rojo, se ponían delante de los coches, colocaban sus nueces y volvían a la acera para esperar a que cambiara el semáforo. Cuando el tráfico había pasado, volvían a la carretera para recuperar su nuez. Mucho más educados que algunos de nosotros.

¿Cómo pasó la habilidad de un pájaro a otro? ¿Los pájaros de la ciudad son quizás mejores o más rápidos en aprender esos nuevos trucos o en adquirir nuevos gustos que los pájaros del campo? Y, si es así, ¿por qué?

Con un par de experimentos con cuervos entrenados y poblaciones naturales se descubrió que evidentemente los trucos eran aprendidos a través de lazos y conexiones con otros miembros. No porque algún gen para abrir nueces se extienda en la población (seguramente no existe tal gen), sino porque las tendencias genéticas a ser tolerantes y más inquisitivos (y tales genes existen) ayudarán a un animal a aprender rápidamente a sacar provecho de los humanos y sus formas siempre cambiantes. Al permitir un aprendizaje más rápido, estos genes se extenderán y la especie evolucionará en la ciudad hasta convertirse en una versión más inteligente de su antiguo ser rural y aburrido.

De hecho, hay pruebas de que esto es así, de que los animales de ciudad son intrépidos solucionadores de problemas con predilección por todo lo nuevo. A lo largo de los años, los biólogos se han divertido (literalmente) ideando experimentos para comprobar la neofilia de los animales urbanos ¿Qué hay más divertido que improvisar objetos extraños y maravillosos que no se parecen a nada y enfrentarse con ellos a animales de experimentación desprevenidos? Es como una cámara oculta para biólogos.

¨Un linaje de dinosaurios sobrevive al meteorito y evoluciona hacia una inteligencia ultra elevada¨ y aunque todo eso parezca el plot-twist de una película de ciencia ficción. Eso es exactamente lo que ocurrió en realidad. Los córvidos no se cansan de demostrar que sus habilidades cognitivas están a la altura de los primates.

Se podría pensar que algunos animales son más inteligentes que otros, y que los humanos están en la cima del árbol evolutivo. Ciertamente, los humanos dependen excesivamente de la inteligencia para salir adelante. Clasificar la inteligencia de los animales parece un ejercicio cada vez más inútil si se tiene en cuenta lo realmente importante: lo bien que se adapta ese animal a su nicho. La inteligencia es, ante todo, un medio para la especialización. Y la gran belleza de la evolución, su profundidad esencial, está en situar a los humanos entre los animales, no sólo en cuerpo sino en mente.

La cognición resulta divertida. Abre puertas a comportamientos que no son necesariamente esenciales para la supervivencia. Los cuervos, de hecho, podrían ser como nosotros, no tanto porque sean inteligentes sino porque a veces utilizan su inteligencia simplemente para divertirse.

La evolución lo hizo posible. Pero la cognición, como la vida misma, sirve para algo más que una necesidad. La inteligencia animal permite que surjan todo tipo de fenómenos fascinantes. Un gorila que reconoce el lenguaje humano. Un cuervo que resuelve rompecabezas. Un loro que cuenta chistes. La naturaleza pone las notas, pero los cerebros animales hacen la música. La mente, como se comenta, es el único límite.
- Joaquin Ortiz

Bibliografía:

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https://aeon.co/essays/how-city-birds-evolved-to-be-smarter-than-rural-birds

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https://www.bbc.com/future/article/20191211-crows-could-be-the-smartest-animal-other-than-primates

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