Flor de abeja

26.08.2021

La naturaleza, claramente, jamás de los jamases va a dejar de asombrarme, ni a mi, ni a vos, ni a los curiosos que intentan descifrar sus misterios subyacentes, cuyas respuestas a veces (casi siempre) se escapan de la mente del mejor observador.

Hoy les propongo sacar de la caja de Pandora naturalista a un ser, específicamente una plantita, que tan bonita y aparentemente quieta, se convirtió con azúcar, flores, y procesos evolutivos de por medio en una maestra del disfraz, del engaño, o por qué no, (haciendo un guiño nerd) en un metamorfomago.

Estoy hablando de las muy conocidas, pomposas y bonitas orquídeas, posiblemente la familia de plantas más carismática del patio de las abuelas, pero no de una cualquiera, sino particularmente de un género que logró estar bajo la mirada furtiva de la comunidad de botánicos/as.

Les presento así, sin más preludio, al género Ophrys , sin dudas el grupo de orquídeas más carismático por su singular método de seducción... momento de... ¿Qué?. Aunque no lo creas, Ophrys "seduce" a su polinizador (himenópteros: abejas solitarias Eucera y Andrena, o avispas: Argogorytes) imitando en sus flores la forma del insecto hembra para así manipular la consecuente transferencia de polen, siendo uno de los ejemplos más conocidos de polinización mediante engaño sexual (drama). Dicho mecanismo también es conocido como pseudocópula mediada por insectos, del cual nuestra amiga es un gran ejemplo de estudio de caso. Además, mediante esta interacción de lo más loca, se pueden estudiar las consiguientes relaciones evolutivas planta-polinizador. Y, cuando hablo de estas relaciones, me refiero puntualmente a un fenómeno que abunda en la naturaleza: la coevolución, una adaptación mutua entre dos o más especies en contexto de sus procesos evolutivos. Esta íntima adaptación surge de una influencia recíproca entre los organismos involucrados.

Pero la atracción de los insectos machos a las flores de las orquídeas abejas no es responsabilidad de toda la flor sino que más bien recae casi por completo en un único pétalo muy complejo de este grupo, el labelo. El engaño que sufre el ingenuo himenóptero no es sólo visual, por el contrario, la astuta flor aporta tres categorías de armamento al desventurado insecto, los cuales son: el olor (feromonas), la vista y el tacto; en ese orden.

En primer lugar, la víctima potencial detecta un notable cóctel de pseudoferomonas femeninas. Algunas investigaciones sugieren que este conjunto de aromas parece vital en los procesos de especiación pero resulta inaccesible a los humanos. Luego observa las señales visuales proporcionadas por las complejas marcas similares al abdomen de una hembra, luego viene la textura y estructura tridimensional sugestiva, es así como varias señales táctiles entran en juego.

Este labelo o labio puede comprender entonces, varios componentes de forma y tamaño, de los cuales algunos están involucrados en guiar eficazmente a los polinizadores hacia las estructuras reproductivas de las flores. Es básicamente una pista de aterrizaje con lucecitas y colores para las abejas o la entrada de un motel).

Debido a que la pseudocopulación es esencial para que se produzca la transferencia de polen, un ajuste mecánico estrecho entre las flores de Ophrys y sus polinizadores masculinos sería de esperar, es decir, el calce perfecto para ser lo suficientemente convincente ante la rigurosa mirada del insecto, por lo tanto esta relación es bastante específica. Los machos de himenópteros suelen emerger de la ninfa (estadio intermedio, entre el larvario y el definitivo, de la metamorfosis de algunos insectos) antes que las hembras e intentan la cópula con las orquídeas con mucho entusiasmo. Una pseudocópula puede durar desde pocos segundos hasta un cuarto de hora. A pesar de tan refinado sistema, la hibridación natural parece ser frecuentísima.

Los machos ingenuos suelen ser incapaces de discriminar entre una hembra y la orquídea. Esto les lleva a intentar copular con las flores, un proceso durante el cual la transferencia efectiva de polinias está asegurada. El mimetismo de señales de reconocimiento de la pareja asegura que la relación entre las especies de Ophrys y sus polinizadores sea generalmente específica para cada especie, es decir cada Ophrys se adaptó a una especie diferente de himenóptero (abeja o avispa).

Es así como podemos decir que el género también es notorio por la alta variación intraespecífica en la forma del labio. Este patrón podría ser la consecuencia de una selección diferencial que da forma a un ajuste más fuerte hacia los componentes mecánicamente activos de la forma del labio. Siendo así, este carácter morfológico, un mecanismo de selección del polinizador.

En principio, la forma del labio podría actuar como una señal visual para los machos que buscan pareja y también asegurar la correcta alineación entre el cuerpo del polinizador y las partes reproductivas de la planta. La selección de la forma del labio podría imponerse tanto por las preferencias sensoriales del polinizador como por la mecánica ajustada entre el polinizador y el labio, lograda gracias a miles de años de interacción.

Otra cuestión a tener en cuenta es la época de floración ya que los machos aprenden de este engaño y al cabo de cierto tiempo ya hacen caso omiso a las orquídeas y dedican su tiempo a buscar verdaderas hembras. Por lo tanto la ingeniosa planta, debe aprovechar los machos "inexpertos" para así ser favorecidas las plantas que florezcan comparativamente temprano.

Según la filogenia más reciente del género, esta orquídea ha divergido por dos cambios fundamentales de polinizadores: desde avispas hasta abejas solitarias, seguidas de radiaciones posteriores hacia unas cuantas especies.

Cada especie de Ophrys tiene su propio insecto polinizador y depende completamente de esta especie polinizadora para su supervivencia. Lo que es más, los machos engañados es probable que no vuelvan o incluso que ignoren plantas de la misma especie. Por todo esto solamente cerca del 10 % de la población de Ophrys llega a ser polinizada. Esto es suficiente para mantener su población, si se tienen en cuenta que cada flor fertilizada produce 12.000 diminutas e imperceptibles semillas características de las orquídeas.

Por esta razón, Ophrys con su existencia en sí representa una especie de catalizador de polémicas, debates sobre, por ejemplo, el significado y la fidelidad de la relación planta-polinizador. Desenredar los múltiples patrones de selección natural subyacentes para entender por qué hay dos especies de reinos completamente diferentes, pero morfológicamente similares y que además guardan tan íntima relación, es tan asombroso como complejo.

-Camila Bagliani

Bibliografía

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    • Baguette, M., Bertrand, J. A., Stevens, V. M., & Schatz, B. (2020). Why are there so many bee‐orchid species? Adaptive radiation by intra‐specific competition for mnesic pollinators. Biological Reviews, 95(6), 1630-1663.


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